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Todo es posible si lo escribe Juanita Márkez.
Los relatos siempre fundan universos. Yo quiero refugiarme en los micro mundos en expansión que palpitan en este libro. Tomarme un tequila con sal y naranja en el cabaret de Usati Godén, teletransportarme a la isla de las zombies bolleras, hacer de mensajera entre Marlene y Greta (aunque me temo que en ese cuento, tres siempre fueron multitud), observar cómo una cronometrada bibliotecaria florece en un lapicero, frustrar a la ciencia patriarcal con El Colmo y La Colma, descubrir con Lia el comando feminista C.R.E.P. y unirme a él,…
Jugando a la enunciación literaria, me atrevería a sugerir que Juanita Márkez inaugura en La Venus Calva el Realismo Mágico Queer. Desde la primera línea, sabes que los límites socialmente impuestos -que no convenidos porque a la inmensa multitud humana, no nos fueron consultados-, van a dilatarse, contraerse, mutar, evaporarse, dinamitar entre tus manos. Y esta subversión fundacional hará que toda lectora extraviada emprenda la lectura sabiéndose en territorio amigo.
La autora descompone los límites del espacio/tiempo. Maldice las lógicas naturalizadas que gobiernan la narración de esa gran falacia llamada realidad. Transgrede las fronteras de lo vivo, lo difunto, lo soñado, lo impostado. Quebranta el hilo conductor para arribar a puertos que no vienen en los mapas. Incumple las categorías de sexo, de género, de opción, de identidad, de deseo… Y ofrece a sus contra-normales criaturas vidas habitables que, de haberse conformado Juanita Márkez con los límites anteriormente expuestos, hubieran sido imposibles.
Es muy difícil engendrar seres tan marginados desde la plena y encarnada conciencia de esos mecanismos de poder que les oprimen y darles futuro. Y no sólo es muy difícil, es también muy necesario. No pretendo desvelar en esta antesala a La Venus Calva el final de la película, pero la sensación de que no va suceder nada irremediablemente malo me parece demasiado destacable para callármela. (Y el silencio nunca fue lo mío.) Esa mezcla de crítica, benevolencia, picardía y magia me parece única e irresistible en la pluma –nunca mejor dicho- de nuestra autora.
(Fragmento del prólogo que escribí para La Venus Calva)
Cada cuento de La Venus Calva es un viaje en el que Juanita, una Alicia okupa y anarcopunk, nos enseña a cruzar al otro lado del espejo, un lugar donde no hay hombres ni mujeres, sino todo lo demás. ¡Subversivo y liberador!
(Beatriz Preciado)
Nací biohombre, adoro al género femenino y aprendo a sobrevivir mirándome al espejo y ver a una feminista con el puño levantado. Cualquier gay que se aprecie, y digo bien, que se aprecie, debe fijarse en las mujeres para aprender a luchar contra la discriminación, porque en eso de luchar contra un sistema que margina saben mucho y nos llevan mucha ventaja.
(Primeras líneas de la introducción,
Devenir Juanita (acalaración de la autora sobre su género)
Como me decía hace poco Alf por teléfono tras devorar en una noche La Venus Calva, necesitamos la ficción queer. La necesitamos por la vena. Aquí tenéis una colección deliciosa y brutal de cuentos desgenerados. Me ilusiona especialmente tener en mis manos por fin este libro, porque he acompañado a Juanita en el trayecto, a veces tortuoso y desolador, de alumbrarlo. Y el mundo me parece más habitable con esas personajas sueltas por ahí, haciendo de las suyas.
Juanita, además de escritora, es teatrera y pintora. Vive en un pueblito también de cuento en el Penedés con Pere, el que me regalaba cervezas y cariño aquel verano miserable del post anterior. Adoro ir a verlos, charlar mil horas frente al fuego, pasear entre las viñas y subir al castillo de los templarios de Mediona. Juanita adora a Juana la Loca, aquella gran rebelde. Espero que algún día termine publicando su reveladora contra-biografía de esa reina insurgente tan ultrajada por la historia que nos contaron. Aquí tenéis el retrato de la Reina Juana, pintado por Juanita Márkez...