miércoles, 23 de junio de 2010

CONTRA LA HISTORIA ÚNICA


Se llama Chimamanda Adichie y sus palabras ya han deshecho el sortilegio de la servidumbre en mí, de la identificación con el discurso que me oprime. Llevamos mucho tiempo dando vueltas a lo mismo, pero a veces alguien formula el verbo mágico. Y ya no hace falta hablar más. Esta escritora nigeriana ha dado con el relato abracadabra.
Después de escucharla, sólo queda ser valientes y despegarnos de la historia única que nos asimiló con la piel (género, identidad, clase, deseo, conformidad) del Enemigo.
Que no os dé pereza, son casi veinte minutos, pero quizás lleváis esperándolos toda la vida.
(Gracias María por insistir en que encontrara los subtítulos.)

lunes, 7 de junio de 2010

LA VENUS CALVA

Todo es posible si lo escribe Juanita Márkez.
Los relatos siempre fundan universos. Yo quiero refugiarme en los micro mundos en expansión que palpitan en este libro. Tomarme un tequila con sal y naranja en el cabaret de Usati Godén, teletransportarme a la isla de las zombies bolleras, hacer de mensajera entre Marlene y Greta (aunque me temo que en ese cuento, tres siempre fueron multitud), observar cómo una cronometrada bibliotecaria florece en un lapicero, frustrar a la ciencia patriarcal con El Colmo y La Colma, descubrir con Lia el comando feminista C.R.E.P. y unirme a él,…
Jugando a la enunciación literaria, me atrevería a sugerir que Juanita Márkez inaugura en La Venus Calva el Realismo Mágico Queer. Desde la primera línea, sabes que los límites socialmente impuestos -que no convenidos porque a la inmensa multitud humana, no nos fueron consultados-, van a dilatarse, contraerse, mutar, evaporarse, dinamitar entre tus manos. Y esta subversión fundacional hará que toda lectora extraviada emprenda la lectura sabiéndose en territorio amigo.
La autora descompone los límites del espacio/tiempo. Maldice las lógicas naturalizadas que gobiernan la narración de esa gran falacia llamada realidad. Transgrede las fronteras de lo vivo, lo difunto, lo soñado, lo impostado. Quebranta el hilo conductor para arribar a puertos que no vienen en los mapas. Incumple las categorías de sexo, de género, de opción, de identidad, de deseo… Y ofrece a sus contra-normales criaturas vidas habitables que, de haberse conformado Juanita Márkez con los límites anteriormente expuestos, hubieran sido imposibles.
Es muy difícil engendrar seres tan marginados desde la plena y encarnada conciencia de esos mecanismos de poder que les oprimen y darles futuro. Y no sólo es muy difícil, es también muy necesario. No pretendo desvelar en esta antesala a La Venus Calva el final de la película, pero la sensación de que no va suceder nada irremediablemente malo me parece demasiado destacable para callármela. (Y el silencio nunca fue lo mío.) Esa mezcla de crítica, benevolencia, picardía y magia me parece única e irresistible en la pluma –nunca mejor dicho- de nuestra autora.
(Fragmento del prólogo que escribí para La Venus Calva)

Cada cuento de La Venus Calva es un viaje en el que Juanita, una Alicia okupa y anarcopunk, nos enseña a cruzar al otro lado del espejo, un lugar donde no hay hombres ni mujeres, sino todo lo demás. ¡Subversivo y liberador!
(Beatriz Preciado)

Nací biohombre, adoro al género femenino y aprendo a sobrevivir mirándome al espejo y ver a una feminista con el puño levantado. Cualquier gay que se aprecie, y digo bien, que se aprecie, debe fijarse en las mujeres para aprender a luchar contra la discriminación, porque en eso de luchar contra un sistema que margina saben mucho y nos llevan mucha ventaja.
(Primeras líneas de la introducción,
Devenir Juanita (acalaración de la autora sobre su género)

Como me decía hace poco Alf por teléfono tras devorar en una noche La Venus Calva, necesitamos la ficción queer. La necesitamos por la vena. Aquí tenéis una colección deliciosa y brutal de cuentos desgenerados. Me ilusiona especialmente tener en mis manos por fin este libro, porque he acompañado a Juanita en el trayecto, a veces tortuoso y desolador, de alumbrarlo. Y el mundo me parece más habitable con esas personajas sueltas por ahí, haciendo de las suyas.
Juanita, además de escritora, es teatrera y pintora. Vive en un pueblito también de cuento en el Penedés con Pere, el que me regalaba cervezas y cariño aquel verano miserable del post anterior. Adoro ir a verlos, charlar mil horas frente al fuego, pasear entre las viñas y subir al castillo de los templarios de Mediona.
Juanita adora a Juana la Loca, aquella gran rebelde. Espero que algún día termine publicando su reveladora contra-biografía de esa reina insurgente tan ultrajada por la historia que nos contaron. Aquí tenéis el retrato de la Reina Juana, pintado por Juanita Márkez...


viernes, 4 de junio de 2010

LA PRECARIETÉ C'EST CHIC... por decir algo


Hace un mes me llamaron para presentar mis libros en la Euskal Etxea de Barcelona. Me lo tomé como una pequeña revancha. Ese currículum extrafalario que veis a la izquierda me lo diseñó mi compañera de fatigas Miriam Cameros y lo entregué por bares y restaurantes vascos en la city condal hace ocho veranos. Nunca me llamaron, de ningún sitio. Tenía otro también estilo flaier a todo color, con un primer plano mío en que aparezco semiorgasmada pero divina y que rezaba: ITZIAR, 27 AÑOS, CAMARERA... y el teléfono. Me pateé toda Ciutat Vella, repartí casi hasta en los ultramarinos de los pakis. Nadie respondió a mi demanda, nadie. Teléfono mudo. Hambre. Parecía como si se hubieran dejado abierta la puerta del infierno y yo deslomada, de bar en bar, de tienda en tienda con mis freaki currículum, condenada a beber el agua infecta del grifo porque no tenía dinero ni para pagarme la embotellada. Quienes hayáis vivido/bebido (siempre confundo estos verbos) en la ciudad más fashion y depredadora que conozco, estaréis ahora mismo padeciendo conmigo. El agua de Barcelona, sobre todo la de los barrios bajos donde he morado durante nueve años, no te quita la sed y sabe a cuerno quemado. Y que conste que yo adoro Barcelona, con el arrebato que despiertan las patrias que una elige.
Menos mal que mi amado Pere, la dueña de la Bata en esos míticos tiempos, me invitaba a birras.
Por aquel entonces Desiré Rodrigo y yo decidimos salir de la pobreza impartiendo cursos-talleres de (des)género desde una perspectiva queer. ¡Menuda idea más lucrativa! (Con Desi llegas a comprender y hacer tuyos los conceptos más enrevesados de esas autoras imprescindibles que parece como si escribieran con un bocadillo de polvorones en la boca, vamos, indescifrables. Pero Desi te las desvela.) Aquel mediodía ella llegó a mi casa, ático sin terraza, calor abrasivo y humedad pantanosa. Subió los cuatro pisos sin aliento.
- Por el camino he imaginado que le pegaba un tirón en el bolso a algún guiri. Casi lo hago.
- Desi, para comer sólo tengo tres patatas mustias y estos huevos que lo mismo por dentro están verdes. Voy a hacer una tortilla, igual nos intoxicamos.
- Por lo menos en el hospital nos alimentarán, no hará tanto calor y descansaremos.
La devoramos con la esperanza de enfermar. No cayó esa breva.
Durante una o dos semanas de aquel verano me quedé sola en Barcelona. Se fue Miriam. También mi novio de entonces al que gorroneaba sin tregua ni vergüenza. (A veces sueño con hacerme rica y pagarles un crucero a él y a su chica, me encantaría. Era un sol y nunca me reprochó nada). Creo que incluso huyó Desi. Comí arroz con tres cachitos huerfanos de zanahoria renegrida cada día. Os aseguro que es fantástico para estar delgada. Por supuesto, no tenía dinero para el maldito autobús que me hubiera llevado hasta la casa de mi madre. Aunque no me faltaba soberbia, eso nunca. Así que no pedí ayuda. Me deslizaba por las calles al atardecer, cuando el termómetro parecía bajar medio grado. Entonces no era tan alcohólica como ahora, supongo que no podía permitírmelo. Tenía dos gatos diabólicos a mi cargo. Contraprestaciones por un piso barato. No recuerdo cómo logré alimentarlos.
Esta historia también tiene su parte divertida, todavía más. Una noche salí con un euro en el bolsillo, a La Bata. Me encontré con mucha gente, bebí, bailé, me drogué, follé, reí, olvidé la deseperanza de mi estómago... Creo que caía la noche del día siguiente cuando regresaba a mi casa. (A esa mágica Hora Violeta de Barcelona que me cautivó con once años en palabras de la fascinante Montserrat Roig, ¡leédla, malditas!)
Todavía llevaba mi euro en el bolsillo...
(Por cierto, sé perfectamente que he publicado mi CV al revés y demasiado pequeño. A mí en la uni me enseñaron a maquetar con tipómetro, ¡qué queréis! Pincháis y a ponerlo recto y grande. Eso sí, para algunas cosas soy muy cumplidora. La de la foto soy yo, con tres años.)