martes, 8 de noviembre de 2011

LAS 10 TORTURAS CAPITALES (EN PATRICIA HERAS) por SILVIA VILLULLAS

(Silvia y yo de farra en Iruñea. Ahora anda en plan Alfredo Landa por el país de las suecas.)


Echo muchísimo de menos a Patri. Aunque ya no lloro varias veces al día sí que lo hago varias veces a la semana. Me duele el pecho cuando recuerdo. Me duele su dolor. Quise ser su ángel salvador pero no fui más que una tirita en una herida de dimensiones inabarcables de donde salía sangre a borbotones.
Esa herida quizá tenía un origen genético o quizá no tuvo mucha suerte con su primer entorno. Pero lo que desde febrero de 2006 impidió que hubiera cura para ese corazón tan grande y tan herido fue el verse sumida en una acusación que comenzó como asesinato y que acabó como atentado a la autoridad y lesiones.
El primer hachazo fue su detención en el Hospital del Mar y su posterior encierro en el calabozo, sufriendo torturas psicológicas y siendo grabada con una cámara para no dejar lugar a duda de lo que tenían que declarar los policías que la iban a acusar (Victor Bayona y Bakary Samyang, condenados por torturar a Yuri Sarrán, simular delito de tráfico de drogas y falsificar el atestado).
A partir de ahí vienen una larga lista de torturas que voy a intentar resumir como las que a mí me parecían tremendamente dolorosas:
1) El peregrinaje semanal a la Audiencia Provincial para firmar, como medida cautelar. 5 años y 7 meses, es decir, 288 semanas yendo a firmar a la puta sección 8ª de la Audiencia, viendo a los mismos putos funcionarios, que si bien en un principio la miraban como a una delincuente antisistema finalmente quizá cuestionaron esta impresión inicial.
2) El ver como su versión era cuestionada, incluso por su propia familia. No tuvo apoyos de los suyos, quizá su abuela era la única con la que se relacionaba de forma amable. Su hermano, “desaparecido” desde verano del 2009, no era más que una losa. Cuando su madre la llamaba sólo era para contarle sus propias penas. Su padre, no desaparecido pero ausente.
3) El papel de los abogados durante el juicio ante la Audiencia también fue una tortura, no sólo por el hecho de que su trabajo fue lamentable, sino porque Patri fue presionada para que reconociera su culpabilidad en aras de obtener un trato mejor. Si bien nunca reconoció su delito sí que fue aconsejada para que pagara la responsabilidad civil a los guardias, lo cual se volvió en su contra, pues sin era inocente ¿por qué había resarcido a los policías? En la vista el único letrado que mereció su minuta fue Don Gonzalo Boyé, defendiendo la inocencia de Rodrigo.
4) Y enlazando con lo anterior, tortura económica. Patri se vino a Barcelona con la indemnización por despido de su trabajo en Madrid, unos 6.000 euros, los cuales tuvo que emplear casi íntegramente en el pago de las minutas de abogados y procuradores que de nada le sirvieron.
5) Tortura de innumerables reuniones en el FAGC para montar fiestas y reunir fondos para ayudar económicamente a Alfredo y a ella. Tortura de mangoneo y nepotismo a cargo de su presidente.
6) Tortura de vivir cada fin de semana como si fuese el último, con las consecuencias que ello acarrea. No soy una abanderada de la vida sana pero la presión de un futuro absolutamente incierto se puede convertir en una espiral de nada a lo que agarrarse que conduce a la depresión.
7) Tortura de infinitos recursos jurídicos y de peticiones de indulto. Una vez que se publicó la sentencia de la Audiencia de Barcelona, el 15 de enero de 2008, había que recurrir al Tribunal Supremo. El cual no emitió su fallo hasta el 12 de junio de 2009. Tortura en espera de la ejecución de la sentencia del Supremo. Desde el 12 de junio de 2009 en cualquier momento podían llamar de la Audiencia y decir, venga, pa la cárcel. Pero no lo hicieron hasta octubre de 2010. Es inimaginable esa sensación de que en cada momento puede aparecer en tu casa un Mosso y cogerte del brazo y decirte, vamos, game over. Un año y tres meses pensándote si coger la maleta y fugarte de toda esta mierda. Arrepintiéndote cada día por no hacerlo.Tortura de vivir en una cárcel construida de papel durante casi cinco años, una cárcel que te impide viajar, amar, vivir.
8) Tortura de que unas horas antes de entrar en prisión llegue la noticia del indulto a Alfredo. Son demasiadas las preguntas sin respuesta sobre este tema. Tortura de por qué él y no yo. Porque soy mujer. Efectivamente, el machismo mata.
9) Y la segunda peor tortura: LA PRISIÓN DE WAD RAS. Aunque intentaba siempre mostrar una cara amable a la gente que la visitaba los fines de semana, yo, que la visitaba casi a diario como su “abogada” veía su sufrimiento diario, sus lágrimas de impotencia ante al tortura de tener que decir a los hijos de puta de la Junta de Tratamiento que no iba a reconocer el delito, que era inocente. “Inocente entre rajas”. Bromeábamos con hacer una peli porno en la cárcel. Pero lo cierto es que la sordidez de la prisión no la conoce nadie más que quien la haya sufrido en sus propias carnes. Aún recuerdo nuestro único bis a bis, ella no me quería besar porque tenía las encías tan inflamadas e infectadas que desprendía un aliento que hacía daño.
10) Y la tortura final y la más dura, ya que destruyó toda la energía que le quedaba: EL PUTO TERCER GRADO.
Es una forma de tortura muy perversa. El “papá Estado” como le llamaba ella te deja salir de la cárcel para ser una mujer integrada en el sistema. Era muy positivo tener pareja y por ello entramos en esa ficción (la realidad es que siempre vivimos una no relación muy complicada, aunque llena de amor). A Patri le destrozaba la vida del tercer grado y el futuro incierto de no saber hasta cuando iba a durar esa situación. Dormir en una celda con otras 7 personas, levantarte a las 7 de la mañana, ir a currar, salir de currar e ir de nuevo a dormir a la cárcel. Y los fines de semana como un oasis en el desierto. Hasta que llaga el domingo a las 8 de la tarde y tienes que volver a esa realidad. De depresión, de tristeza, de rabia, de impotencia, de frustración.
El tercer grado es una tortura, como concepto, no hace falta relatar las inmundicias que se producen en prisión. Esa sensación de falsa libertad erosiona día a día tu autoestima, la esperanza y las ganas de vivir. Para qué.


1 comentario:

Alicia Murillo Ruiz dijo...

¿Qué ha sido de Patricia?¿Es ya libre?