(Dianita y yo fa anys en una fiesta salvaje. Foto de Andy Clark.) Cuesta mucho escribir sobre la obra de una "miga", más aún si está construida tan jodidamente bien y con tanta verdá como lo hace
Diana J. Torres Pornoterrorista. A una le faltan palabras, como decía Mercè Rodoreda, "s'haurien de fer". Por ello voy a situarme tras lo escrito por otro, Mikel Soto, editor y amigo de Txalaparta. Y a recomendaros desde el coño y el alma que la leáis, que os arméis de subversivos orgasmos con ella frente a un sistema que se empeña cada vez más en clausurar todos nuestros orificios para cortarnos las alas y ensombrecernos el paso.
(Por cierto, de su presentación mundial en Iruñea el pasado 17 de marzo se editó un pequeño vídeo en el que salimos inocentemente Diana, Mikel y yo. Youtube lo ha censurado, oh cielos, ella mostraba sus tetas. Tenéis el vídeo prohibido en la web de Diana arriba señalada y el comunicado de prensa de la editorial.)
Diría que los editores miramos a los libros que publicamos con los mismos ojos que un cocinero mira un plato listo para ser llevado a un comensal. Ya que, si existe algún tipo de diferencia entre nuestro trabajo y el del resto de artesanos, está en la materia prima: las ideas. Y las ideas no son para comer con cuchillo y tenedor, como dice el enmascarado V; son a prueba de balas. Las ideas cambian el mundo y, en una pequeña medida, a veces, también los libros. La colección que como editor dirijo hoy en día, precisamente echó a andar con un libro que me cambió la vida: One day in my life, de Bobby Sands. Y la posibilidad de editar un libro que le cambie la vida a alguien es una de las razones que me llevan a diario al trabajo.
El pasado verano, mientras leía en un bar de Iruñea la primera versión de lo que se ha convertido en el libro de Diana J. Torres, Pornoterrorismo, tuve la sensación de que le iba a cambiar la vida a alguien. Hacía tiempo que nada me impactaba tanto. La radicalidad del discurso, junto con una inocencia que no había sido capaz de percibir hasta que Itziar Ziga me la señaló, hacen de este libro un cóctel explosivo. La apología extrema de la libertad, el intento de convertir lo privado en público, la llamada a desaprender, a apoderarnos del lenguaje del sistema… el pornoterrorismo es un claro intento de poner todo patas arriba y llegar un poco más lejos.
En mi colaboración del diario Gara de sanfermines de hace dos años, plantee la discusión sobre si meterse botellas de coca-cola por el culo era revolucionario. Hoy, con la ayuda de Diana, vengo a plantear que, efectivamente, lo es. Uno de los protagonistas de su libro, Manolo ( http://hazteunmanolo.blogspot.com ), da en el clavo: “El ejercicio responsable de la libertad amplía la verdad, y a veces la verdad es orgásmicamente subversiva”. Porque, al contrario de lo que creemos, la libertad ensancha la verdad, y no al revés. Y nuestra libertad topa con la del prójimo mucho menos a menudo de lo que nos tratan de hacer creer. Por eso, es hora de poner todo en duda y dar marcha atrás en lo aprendido. En la ikastola o el colegio nos enseñan que las primeras veces que practiquemos el sexo con penetración podemos sentir dolor pero que, con el tiempo, se vuelve satisfactorio. No entiendo por qué no nos enseñan lo mismo sobre otras prácticas sexuales. Nadie rechaza la penetración porque una vez le resultara dolorosa. Pero utilizamos la dinámica científica de ensayo-error únicamente para practicar el sexo heteronormativo, para nada más. El resto de cosas tiene que aprenderlas una o uno mismo, a ser posible en la oscuridad y el silencio, ya que muchas de estas prácticas siguen siendo enfermedades mentales según la psiquiatría actual.
En la conformidad y complicidad de la cama he pegado y me han pegado; he atado y he sido atado; he penetrado y me han penetrado: he meado me han meado; he compartido el sexo con varias personas… Así, con los años, he ido aprendiendo mis límites. Cuán estrechos o anchos son. Como decía el poeta Blake: “El camino del exceso conduce al Palacio de la Sabiduría, porque tú no sabes qué es suficiente hasta que no sabes qué es más que suficiente”. Y sigo aprendiendo mis excesos y mis suficientes. Porque el ejercicio responsable de mi libertad amplía mi verdad, y la de este mundo.
Diana, en busca de alguna explicación, cree que el origen de su libertad está en la educación jipi que le dieron su padre y su madre. Como ejemplo de ello cuenta que en su casa no había puertas y, entre risas, nos confesó que lo primero que había comprado con su dinero fue una puerta para su cuarto. Me conmueve pensar en esa niña que ha venido a dar una patada a las puertas de nuestra imaginación arrastrando una pesada puerta hasta su casa. Ella, como Verónica, ha escrito que la vida es una cárcel con las puertas abiertas. Y las puertas, a veces, en vez de para abrir, son para romper.
Apología del terrorismo (Traducción del artículo Terrorismoaren apologia, publicado originalmente en Gaur8)
Mikel Soto